EL CABALLERO CARMELO DE ABRAHAM VALDELOMAR
Empieza con el retorno a la casa de Roberto, el hermano mayor. El viajero volvería al lar paterno luego de largas aventuras en otros pueblos cargado de regalos desempaco las maletas y entrego las ofrendas a los suyos.Un hermoso galo de casta destacaba entre los presentes.Luego de tres años de vivir amorosamente con la familia, una tarde llego a la terrible noticia para el noble Carmelo, el padre de Roberto, había aceptado un desafió con el Ajiseco, otro afamado gallo de la zona.
El Carmelo en aquellos tres años, había envejecido y perdido el reflejo
de sus días juveniles, nada podría detener el mortal combate.
Los
niños de la casa, encariñados con el airoso gallo, contemplaban mudos y
entristecidos los preparativos para el siniestro día. Llego un
preparador y le pusieron navajas y entrenaron al Carmelo, la hora de la
agonía se acercaba. Las apuestas se sucedían vertiginosamente, el
favoritismo recaía en el vertiginoso Ajiseco quien se suponía
infinitamente superior al viejo campeón.
Los primeros embates
fueron parejos, pero lentamente el Ajiseco iba ganando terreno, la
sangre corría impetuosamente por la pierna del Carmelo, las apuestas
crecían a favor del Ajiseco, todo hacia prever que el Carmelo estaba
perdido.
Siguieron las alternativas de la feroz pelea y cuando
todos críen que el Ajiseco daría muerte al antiguo gladiador pues el
Carmelo había rodado al piso casi sin aliento renació el espíritu del
guerrero, el noble gallo de pelea acordándose de sus viejos tiempos
ataco furiosamente jugando el todo por el todo, el Ajiseco rodó por
tierra y ante el asombro de los espectadores enterró el pico.
Todos
felicitaron al dueño del campeón, el triunfador Carmelo caía
desfalleciente luego de su heroica Victoria, los niños de la casa,
corrieron a socorrer a su mascota echándole aguardiente bajo las alas.
El noble Carmelo estuvo agonizando durante dos días, ya no podía comer ni beber.
Una tarde se acerco a la ventana c0ontemplo el crepúsculo, agito las alas y se entrego a los brazos de la muerte.
La casa estuvo llena de tristeza, la melancolía lo inundo todo.
Había partido para siempre el amigo de la niñez y el honor y orgullo de los gallos de casta del valle del caucato.